Friday, March 30, 2007

Nueva adquisición

Caminando por la Avenida Corrientes en el día de ayer me hice de un objeto. A contracorriente de todo el mundo, que ayer compró libros en el evento cultural La Noche de las Librerías, yo adquirí a no tan bajo costo un péndulo de bronce que incluía un pequeño manual para su correcta utilización -cito textual-.
El caso es que la adrenalina que genera el impulso consumista, que suele disolverse al poco tiempo, en este caso tuvo un efecto prolongado, casi hipnotizador. El péndulo es en verdad un objeto atrayente por diversas razones. Una no sabe qué específicamente lo motiva a moverse, lo que me recuerda en este momento al juego de la copa -relacionado más intimamente con el Inconsciente Colectivo o con sesiones espiritistas-. En este caso es muy difícil determinar si es la energía propia la que efectúa la tendencia en el movimiento, y por consiguiente en la respuesta afirmativa, negativa o dubitativa, o es la energía del objeto sobre el que el péndulo se posa, o si es una energía extranjera, completamente inmanejable, completamente autónoma. El principiante en el uso de este elemento de adivinación ha de comenzar por realizar preguntas con obvia respuesta como entrenamiento diario. Y no mover la mano, claro, suspendida en el aire y con plena consciencia de sus sutiles vibraciones. Cada músculo del dedo que lo sostiene transmite, según el manualejo, una corriente inconsiente. Esto no significa del todo que esté sujeto a una voluntad particular, mas bien hay un resto importante de incertidumbre y de magia. Esta era la palabra que me daba miedo escribir, que me sigue dando miedo leer, que me hace ruido porque me suena a lugar común. Pero ya pasará, una siempre puede elegir quedarse con el cápítulo sobre las leyes físicas de detección de metales. Lo que no se sabe es si una desea quedarse solamente con eso.


Thursday, March 29, 2007

En la servilleta que usé de señalador hace casi diez años durante la lectura de La casa de los espíritus está copiada una de las últimas frases del libro, que reza: clara clarísima clarividente. Parece un arrebato de narcisismo dejar la copia, para resaltar la valía del propio nombre, o una predisposición de la personalidad hacia la iluminación. En realidad más cerca está de ser un intento de aceptación de un primer nombre que jamás me había gustado antes. Así, al dejar asentado que en un libro se utilizaba en un personaje que poseía percepciones extrasensoriales, intenté amigarme con la idea de llamarme Clara.

Aquí viene el título a resumir que Clara ve cosas que, aunque cotidianas y mínimas por demás, se le hacen trascendentales. Cosas pequeñisimas que cobran dimensiones desproporcionadas en su mente y que, aunque caóticas y desordenadas, se ajustan a la sintaxis y al texto. Este texto que intenta ajustarse a la vida, que se parece tanto a la letra, que se parece tanto al número, a lo abstracto absoluto, a la idea integradora que propone la Kabalah en todas las dimensiones y en todos los niveles lexicogramaticales. Intento hacer lo mínimo para mover un centro imperceptible que dará con todos los centros a la vez. (menudo emprendimiento).

Adianchi,

La Manosanta.