Tuesday, June 16, 2009

Futbolera (S)

A una le hizo la zancadilla, a otra la enganchó por atrás y a la tercera la dio por tierra con su sentido del humor. Solo dos pares de piernas ligeras supieron esquivarla, ágiles y rápidas como las de Aquiles. Pero el punto débil –se sabía- estaba en mirar los ojos de las chicas en lugar de la pelota. El choque de miradas y sin poder pisar el freno era fatal, pero ¿quién te enseñó a hacer eso a vos, tu mamá? No, a jugar al fútbol aprendí yo solita como a jugar al doctor con las nenas de la escuela.
Tanto la excitaba aventura que el frío del suelo se le clavó en la rodilla, y disgustada, mientras miraba a la que se colgaba del arco haciendo hamaquita, se fue con la cabeza baja y haciendo puchero. Me dijo aquella noche: esta vez no ganamos, la próxima será, mi amor. Me duele. Yo, esa vez le respondí: Que la energía que te choca de afuera son asuntos de mujeres en boca cerrada no entran moscas mas vale te canto el mantra o la leona se vuelve un cachorro siamés. Sana sana. Pero no me entendiste. El juego siguió jugando entre miradas cómplices, solicitudes de antidoping y noches desveladas.
- ¡Roja!
- ¿Roja qué? ¿Comunista? (una)
- ¿Roja qué? ¿Mi cara? (otra)
- No, tarjeta roja.
- Pero si yo no quise…
- Nada
- Pero si yo no quise…
- Nada.
- Bueno, solo me gusta una chica. ¿Qué tiene eso de…?
- Heterosexual.
¡Heterosexualidad normativa, está fuera de reglamento! apunta una desde la tribuna.
La habían llevado un día como para esta altura del año pasado y le habían mostrado el cuadrilátero donde las chicas se ajustan las medivachas para pelear por una pelota histérica que va de aquí para allá. Cuando entró en el arco y después salió, la jugada se armó con una perfección inusitada y de veras que era inevitable el choque. Ir o no ir detrás, hacia el remate, era una cuestión de principios, de orgullos, de ansiedades (sobre todo de ansiedades: hiperventilación por el deseo que me golpea desde la puerta que divide el inconsciente de …)
- ¡Shhh! Callala a la psique ¿querés?. ¡Que estamos en una cancha de futbol!
- ¿Y?
- Que pasen las chicas, necesitamos una marcadora, a ver vos… ¿De qué la jugás?
- De si pero no.
- ¿Y vos?
- De árbitra.
- ¿Y vos?
- De políticamente correcta, bombona.
- ¿Y vos?
- ¡De ventana!
(risas)
- ¿Y vos?
(se demoró un poco la respuesta)
- Yo solo quise ser apasionada y seguir la corriente que me impulsa a ganar y aprender de todas ustedes cómo se conquista una pelota revirada plantando la bandera en el arco contrario.
- Ah.
(Y se callaron todas porque se les había terminado el tiempo y hacía frío)

Un día se dio cuenta de que el juego siempre iba a ser juego y de que su Casa V en Sagitario siempre iba a ser expansiva y burlona como el planeta Júpiter. Se dio cuenta de que los equipos dan forma, de que al ser parte se escurre como el agua y de que Leo siempre va detrás de su meta. Se dio cuenta de que el viento empuja también la pelota en ese movimiento invisible tanto como la energía empuja al cuerpo a definir la jugada. Se dio cuenta, pero esto ya lo sabía, de que muchas veces el viento conspira a su favor solo porque sí.


Se dio cuenta, cuando alguien le habló en el oído y le señaló la estrategia, de que si no cruzaba la línea, perdía.
Aquella noche, entre el humo, la música y el espumante, no pudo esperar a que el destino decidiera si se iba a volver sola a su casa o no (y solo porque era ansiosa).

No hubo opción durante ese segundo –la habría antes o después-.
No hubo opción y el impulso no fue lastimar, sino querer.
Y fue gol.