Monday, June 14, 2010

II


... Si es que el verbo “ganar” puede aplicarse a la conquista, tanto de los países como de las mujeres y si es que por alguna de esas cuestiones del destino, yo me siento, de alguna manera, una vencedora. Vencedora, sí, porque lo que cuesta, luego se valora mucho más que lo sencillo. Entonces, ella era la figurita difícil y no me faltó confianza para decirme a mi misma: la primera carta, la primera mano, tiene que ser buena porque, ¿en cuantas ocasiones se cuenta con una suerte de principiante? Pero en realidad estoy trampeando los hechos y pido disculpas si se me escapan los detalles que hacen al encuadre de mis experiencias: mi suerte de principiante había sido burlada, pues la primera mujer que quise, cuyo nombre empieza con C, y cuyos apodos son infinitos, se me escurrió de las manos como el agua que baja por una catarata. La real primera, entonces, se me había ido sin ni siquiera poder expresarle un sentimiento profundo. Esta, que técnicamente fue la segunda, no se me iba a ir de la misma forma, pues si algo había aprendido de la experiencia frustrada es que quien juega rápido tiene la mitad a favor, solo por una cuestión de fé. Terminó siendo, ella (a quien llamaremos desde ahora F.) el primer beso, la primera novia, y la madre de mi único gato (al cual pienso de tanto en tanto y a lo lejos).

- Yo hago la primera.
- Bueno, dale, te la dejo a vos, jugate todo.
- Ahora me la juego, y digo basta para todos ¿eh? A ver si se bancan esta que viene acá.
- (1 de bastos)


No es que no tuviera miedo a lo que iba a venir. De hecho el miedo fue más fuerte que yo misma, el miedo me somatizaba , el miedo hablaba por mi, el miedo me obligaba a hacer algo, a decir algo, a intentar algo, a jugar fuete, a tomar el riesgo. Todo o nada.


Era invierno. Íbamos a jugar esa noche un truco de cuatro. Pero eramos cinco, había una que sobraba. Justamente esa era mi oculta rival. Esa, era mi competidora, la amante de F. Su presencia me era molesta, era un obstáculo, que no superé sin trampa.

- (Yo te miro y sé que vos me mirás. Aun así me hago la distraida, la tonta, y me sale bien. Soy perfecta en buscarte la mirada cuando no me mirás y en quitarla cuando te das vuelta. Me encantan las mujeres de ojos negros que usan botas. Yo soy rubia y no uso botas. Me gusta lo diferente. Pero no lo tan diferente. Porque las dos somos mujeres. Entonces en algo nos parecemos. También en que a las dos nos gusta jugar.)
- Juguemos.
- (Veo como tu mano se extiende por debajo de la mesa para hacerme trampa y no me interesa. Tomo el desafío).
- Truco.

A mi rival la mandé a comprar caramelos al kiosko, fue una apuesta fuerte. Pero aun faltaba la peor parte. F. y yo nos quedamos solas. Antes de que nuestras otras tres compañeras llegaran, antes de que mi rival notara el engaño. Tuve que arriesgar. Ahí empezó la verdadera partida. Otros juegos me habían sido familiares aun desde la infancia. Este, el más intenso, el más deseado, el postergado por años y años, empezaba ahora.

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2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

muy bueno! ahora sera que siempre me dejas con la intriga ....bueno esperare a ver como sigue esta historia, me atrapan las historias de mujeres, te quiero mucho, lo sabes...(S)

3:49 PM  
Blogger Carpe diem said...

Aguante el Truco, da mucho para escribir.

1:36 PM  

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